En palabras de Elisa Zepeda Lagunas: “Es indispensable para mí poder ocupar estos espacios y abrirlos para otras”

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Elisa Zepeda Lagunas

 

Elisa Zepeda Lagunas, 34, es una ingeniera acuícola, activista del pueblo indígena mazateca y defensora de los derechos de las mujeres que ha sufrido violencia intensa por su activismo. Fue electa como alcaldesa del municipio de Eloxochitlán de Flores Magón, Oaxaca, en 2016. Dos años más tarde, fue electa diputada local para el Congreso de Oaxaca, donde las mujeres ocupan 23 asientos y los hombres 19.Como diputada local, la Sra. Zepeda Lagunas quiere fortalecer la tipificación y el procesamiento de la violencia contra las mujeres en la política y el femicidio, así como empezar una escuela de formación itinerante para el empoderamiento político de las mujeres. Participó como ponente en la IV Cumbre Iberoamericana de Agendas Locales de Género en Cuenca, Ecuador, organizada por ONU Mujeres en mayo de 2018.

Al terminar mi licenciatura en ingeniería, regresé a mi pueblo para hacer trabajo de desarrollo rural y generar conciencia sobre los derechos humanos. A las mujeres nos excluyeron de los espacios comunitarios indígenas de decisión, pero en mi pueblo se logró el reconocimiento de todo nuestro trabajo en nuestros estatutos comunitarios y, así, el derecho a ser candidatas.

En 2014, entró una administración municipal que decía que las mujeres no debíamos participar en la vida pública. Pero nosotras, como mujeres, persistimos, elevando las preocupaciones de nuestra comunidad a la municipalidad. Asistimos a una asamblea en diciembre de 2014; la mayoría éramos mujeres. Allí llegó la emboscada y fuimos atacadas por hombres de la administración municipal.

Quemaron mi coche, mi casa y la de mis papás, y me llevaron tomada como rehén a la plaza, donde me pegaron y me hicieron cortes con machete en la cabeza. Y me decían: ‘esto te pasa por meterte en asuntos que no te corresponden.’ Me torturaron y me hicieron cosas que me cuesta aún decirlas… A mi hermano lo torturaron en la plaza cívica hasta matarlo y a mi compañero Gustavo le partieron la cabeza con un machete y lo mataron con un disparo… Mi mamá perdió un ojo, y nos dejaron por muertas a las dos.

En un momento, me tomé una foto ya estando ensangrentada y escribí ‘me están matando’, y la mandé a Anabel López Sánchez, feminista y activista de derechos de las mujeres en Oaxaca quien tenía en ese entonces la Dirección Estatal del Instituto de la Mujer Oaxaqueña. Ella puso la alerta en la Procuraduría del Estado y otras autoridades para exigir que enviaran recursos para salvaguardar la integridad física de mi vida, mi familia y la comunidad. La comisión investigadora encontró los perpetradores en flagrancia y fueron sentenciados a la prisión. Aún siguen presos siete; ocho se han liberado y yo solo me enteré al verlos en la calle.

Me tomó un año recuperarme y resignificar lo vivido. Las mujeres querían seguir y dijimos, ‘no nos rendemos, porque será peor’ y eso me dio la fuerza de continuar. Nos fijamos en la toma de decisiones.

Solicité, y obtuve, el Mecanismo de Protección para Defensor[as/]es de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación de la República y anduve por más de tres años con escolta, teléfono satelital, botón de pánico y mi casa cercada. Eso me permitió continuar con mis actividades y eso frenó mucha la agresión física, pero no paraba las amenazas verbales. Me decían: ‘cuidado que te van a emboscar.’

Cuando llegó el momento de elegir nuevas autoridades, por primera vez nos consideraron dos mujeres como candidatas para las municipales. Yo fui una de ellas. El 26 de abril de 2016, 1.500 de los 1.800 votantes me eligieron a mí y a mis colegas. En enero de 2017 nos instalamos.

Luego se dio la oportunidad de presentarme como candidata para el Consejo de Oaxaca y gané la elección. La CIDH me dijo que me tendrían que retirar la protección al ser electa porque sería funcionaria pública. Durante más de tres meses yo me tengo que mover a las escondidas e ingeniármela para estar a salvo.

A pesar de todos los riesgos, me presenté porque para mí representa una gran oportunidad de alzar la voz a otro nivel, en el cuadro de legislador[as/]es, y tenemos tanto trabajo por hacer. Nos debe tanto la historia a las mujeres. ¿A cuántas no les ha ideo pero que a mí? ¿Cuántas se han quedado en el camino? Tengo la gran responsabilidad y es indispensable para mí poder ocupar estos espacios y abrirlos para otras.

Somos 23 mujeres y 19 hombres en el Congreso de Oaxaca. Poco a poco vamos avanzando, y creo que todo lo vivido ha ido valiendo la pena.”